video

lunes, 28 de junio de 2010

¡Finalmente estoy en el blog! Esto es emocionante, uno quisiera que el primer post tuviese cualidades decisivas pero bueno... 
No quiero  poner acá el texto de cotidianidad porque se los envié a todos. Empero, entre esas cosas curiosas de la vida, en mi casa habita un libro que aún no estoy segura cómo se compró pero llegó a mi fmailia antes que yo y, algunas veces, lo leo simplemente porque es muy extraño. A continuación, uno de los cuentos de "GOG".

El alma en herencia (Giovanni Papini).


 New Parthenon, 22 Enero.
Una aventura olvidada ha resurgido para atormentarme. Hace muchos años, cuando estaba todavía metido en negocios, uno de mis socios, George Springhill, se suicidó. El mismo día que los periódicos anunciaban el suicidio recibí una carta extranísima. Me decía que se había dado cuenta, desde hacía algún tiempo, que estaba a punto de volverse loco y que antes de verse convertido en un desventurado demente prefería darse la muerte. Añadía que la heredera de todos sus bienes era su mujer pero que a mí me dejaba -y aquí comienzaba la extravagancia- su alma.
 "Mi mujer -escribía- siendo mujer no sabría qué hacer de ella, y no tengo hijos a quien transmitirla. Tú eres el único que tiene derecho a una manifestación de agradecimiento porque eres el único que no me abandonó en momentos difíciles. Me he dado cuenta de que un alma sola no basta al hombre: Le faltan siempre ciertas inclinaciones, experiencias, habilidad. Con dos almas podrás superar a los demás y a ti mismo. Te ruego que no desprecies la mía y que la trates con cuidado."

Aunque la muerte del pobre George no me producía ningun placer -tenía necesidad de él, precisamente en aquellos días, para una maniobra importante que nos hubiera permitido apoderarnos de una compañía ferroviaria- no pude menos que reírme. No dí importancia a la fantástica herencia: esa una confirmación de la locura amenazante. Metí la carta en la carpeta de los documentos curiosos y no me acordé más.
Sin embargo, desde hace algún tiempo me siento turbado por algo nuevo que sucede dentro de mí. No puedo decir que mi carácter haya cambiado, pero hay una fermentación de novedad en mi espíritu, cuyo origen no tengo claro. No experimento la impresión de cambiar o de perder, sino de enriquecerme. Me ocurre que acojo con indulgencia pensamientos que antes habría rechazado con desprecio y no se me hubieran ocurrido nunca; comienzan a gustarme ciertas formas, ciertas fantasías, ciertos refinamientos que antes ignoraba y no me preocupaban.
Hace unos días, al pronunciar una frase a propósito del verano, me vi de pronto ante George Springhill: recordé entonces que era una de sus frases familiares. George, siendo joven, escribía versos -y esto explica, en opninión mía, su predestinación a la locura- y ahora me doy cuenta de que me gusta cada vez más leer a los poetas. Sentía también una fuerte pasión por la música, y yo, que antes no podía soportar todo lo que no fuesen las canciones de los gramófonos, siento ahora la necesidad de escuchar de cuando en cuando algo de Mozart y de Schumann. Tmabién mi imprevista curiosidad por las religiones me recuerda a George, que había sido swedenborgiano y quería, una vez, introducirme en una logia teofísica.
Era un espíritu ardiente, apasionadoen exceso. Incluso a los negocios había llevado una especie de frenesí romántico que muchas veces ayudaba al éxito de una empresa -las grandes razzias insdustriales no se hacen sin un poco de imaginación y de empuje- pero que otras acarreaba grandes pérdidas. Algunos momentos siento en mí oleadas de ardor sin objeto, de simpatía imprevista, de impaciencia para arriesgarme, que me recuerdan no sé por qué, a mi amigo muerto.
He vuelto a leer su última carta: es indudablemente la carta de un lúnatico. Es incierto que el alma exista después de la muerte y, si existe, es claro que el hombre no puede disponer de ella, destinada como está a otro mundo, a un destino propio. ¿Cómo explicar entonces esta eflorescencia de sentimientos nuevos en mi espíritu, esta semejanza progresiva entre mi alma de hoy y la del suicida? Hoy, por ejemplo, me he sorprendido leyendo con mucho placer el Zarathustra de Nietzsche, y he recordado que ese libro era el libro preferido de George. La primera vez que me habló de él di una ojeada a algunas páginas y no comprendí nada. Incluso me maravillé de que un businessman pudiese perder el tiempo en ciertas lecturas estrafalarias. Ahora, en cambio...
La razón me advierte que desatino. No he acetado nunca aquella herencia. No sabría que hacer con ella. No la quiero. Pero ciertos hechos, innegables e inexplicables, me inquietan... ..


No hay comentarios:

Publicar un comentario