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miércoles, 23 de junio de 2010

Cotidianidad

Mis días comienzan con tres cosas: el sol que cae por la ventana, la música que empuja el radio hacia mis odios, y una búsqueda incesable por mis gafas. Las cobijas están tibias, mas frías que tibias, por que el sol las calienta un poquito dentro de esta nevera. Aunque, a decir verdad, ya no es tanto una nevera, ya no son tantos los días en los que me levanto con los huesos entumidos y con las dos medias puestas. La mayoría de días me levanto con un solo pie metido dentro de una sola media. La otra, seguramente esta atrapada en tsunamis blancos y acolchados.

Me muevo y cojo el aparato verde que suena. Muevo la mano, recorro la mesa, la mesita, recorro los espacios entre ella y mi cama, el espacio entre mi colchón y el marco de la cama, buscando mis ojos. Siempre están en el mismo sitio, aveces tienen patas, aveces la música las mueve. Si los encuentro me los pongo y sigo durmiendo, con mis pies hacia mi cabecera y con la cabeza entre las cobijas donde había patinado la noche anterior. Un frío raro entre por debajo de mi camisa, por mi espalda, hasta mi nuca, como si una pita me jalara para por fin sentarme en mi cama.

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